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Los Silencios

Hace algún tiempo que no escribo, pero ahora también coincide con que últimamente vivo en una introspección, una transición, un periodo de silencios.
Silencios por lo vivido, por lo llorado, lo que faltó por llorar. Porque a veces hay que guardar distancia y guardar las palabras en el cofre del alma.
Y el silencio solo nos lleva a meditar y mirar un día a la vez, pero al mismo tiempo mirar al cielo y ver la vía láctea girar sobre el infinito, sentir que en otra dimensión de la bóveda celeste vive alguien que se nos fue, que se transformó cual ave fénix, y ya solo quedan los recuerdos.
En el silencio lo escucho, escucho como me aconseja, escucho que me comprende y que ve más allá de mis limitaciones, también lo escucho comprenderme que aunque tan ocupada que estoy con tanta faena, él sabe que lo amo, perdona mis enredos, mi poco tiempo para compartir.
Ay silencio, si tú supieras que yo lamento que se haya ido mi príncipe, mi amado que de niña me arrullo, y ahora me toco despedirlo, y allí lo mire en silencio, pero sintiendo su mano apretar la mía  antes de irse.
Me dijo, no puedo hablar, pero en silencio lo sentí, lo acaricie. Le vi luchar y decir que era capaz de salir de la prisión de su enfermedad,  regresar a la cotidianidad, pero el silencio fue más fuerte, se elevó en silencio.
De madrugada, en el silencio de la noche, sentí esa ráfaga en mi alma, desperté de madrugada, me decía muy adentro: “confía y no temas, pongo en ti palabras”, y sin saberlo hice una oración, y en silencio el soplo de vida se disipó. Cuando llego el alba se rompió el silencio para anunciar tu partida.
La vida es un misterio, un misterio de ruido y de silencios. Los ruidos estremecen, el silencio enternece, pero así seguimos, caminando, corriendo y pausando en silencio.
Silencios hay ahora, no puedo hablar sin que quiera correr el rocío de la madrugada por mí ser, sigo adelante en mis silencios, aprendiendo de la misión que la vida me dio: nacer para dar risas, para luego crecer y consolar las lágrimas que el silencio nos dejó.

Dedicado al silencio que nos deja la partida de mi hermano Carlos Juan López Nieves.                                    4 de septiembre de 1948  – 2 de octubre de 2019

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